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Jueves 28 de Julio de 2016

Vientos de cambio en la UDI

Columna de opinión del académico de la Facultad de Ciencias Políticas y Administración Pública de la Universidad Central, Kenneth Bunker

Imagen foto_00000001La sorpresiva bajada de Francisco De la Maza a favor de Joaquín Lavín en Las Condes asombró a todos. Desde integrantes de la directiva del partido hasta los votantes de la comuna. Fue una movida ejecutada a último minuto, que para muchos representó una jugada estratégica para matar dos pájaros de un tiro.

Primero, usar a De la Maza para ocupar el cupo presidencial del partido con miras a la elección de 2017, que hasta ahora estaba vacante. Y, segundo, ocupar a Lavín para mantener al viejo baluarte vigente, además de asegurar el dominio de la comuna.

Mi intuición, en contraste, es que la operación fue bastante más sucia e improvisada de lo que parece.

Dudo que fuera una movida manejada a nivel de partido. De hecho, me parece que si se hubiese conferido para tomar una decisión al respecto, lo más probable es que se hubiese rechazado la idea. Ni la mesa del partido ni los socios de la coalición la hubiesen avalado. Primero, porque De la Maza no tiene el apoyo explícito de ninguna facción de la UDI y, segundo, porque ante su salida RN hubiese pedido el cupo.

Sin perjuicio de lo anterior, la movida tiene una serie de efectos, que sin duda son importantes explorar, como, por ejemplo, lo que la entrada de un nuevo candidato presidencial significa para la carrera electoral en la derecha, o lo que implica reciclar a un símbolo del partido entre gallos y medianoche. Ya habrá tiempo y espacio para tratar esos temas. Por ahora, parece mucho más importante analizar lo que representa este cambio para el partido. Una tesis es que está ocurriendo una reestructuración mayor, que definirá los tiempos que vienen.

La histórica división del partido entre la UDI empresarial (liderada por Jovino Novoa) y la UDI popular (liderada por Pablo Longuera) está en su ocaso. El control político ejercido por los apóstoles de Jaime Guzmán (Andrés Chadwick y Juan Antonio Coloma, además de los dos anteriores), está a la deriva. Mientras que Novoa y Longueira desfilan por tribunales, Chadwick está alejado del partido e involucrado en la campaña presidencial de Sebastián Piñera, y Coloma sigue como el único con cargo político relevante pero con menos influencia que nunca antes.

Otros representantes de la UDI empresarial se encuentran igual de cuestionados que su líder (como Carlos Bombal, Jaime Orpis y Ernesto Silva), o alejados de las cúpulas de poder (como Cristián Larroulet, Evelyn Matthei y Manfredo Mayol). Asimismo, otros representantes de la UDI popular siguen en el poder pero cuestionados por su rol en financiamiento irregular (como Iván Moreira) o aislados y sin influencia real sobre la dirección del partido (como Víctor Perez, y Jacqueline van Rysselberghe).

La sorpresiva bajada de Francisco De la Maza a favor de Joaquín Lavín en Las Condes asombró a todos. Desde integrantes de la directiva del partido hasta los votantes de la comuna. Fue una movida ejecutada a último minuto, que para muchos representó una jugada estratégica para matar dos pájaros de un tiro.

Primero, usar a De la Maza para ocupar el cupo presidencial del partido con miras a la elección de 2017, que hasta ahora estaba vacante. Y, segundo, ocupar a Lavín para mantener al viejo baluarte vigente, además de asegurar el dominio de la comuna.

Mi intuición, en contraste, es que la operación fue bastante más sucia e improvisada de lo que parece.

Dudo que fuera una movida manejada a nivel de partido. De hecho, me parece que si se hubiese conferido para tomar una decisión al respecto, lo más probable es que se hubiese rechazado la idea. Ni la mesa del partido ni los socios de la coalición la hubiesen avalado. Primero, porque De la Maza no tiene el apoyo explícito de ninguna facción de la UDI y, segundo, porque ante su salida RN hubiese pedido el cupo.

Sin perjuicio de lo anterior, la movida tiene una serie de efectos, que sin duda son importantes explorar, como, por ejemplo, lo que la entrada de un nuevo candidato presidencial significa para la carrera electoral en la derecha, o lo que implica reciclar a un símbolo del partido entre gallos y medianoche. Ya habrá tiempo y espacio para tratar esos temas. Por ahora, parece mucho más importante analizar lo que representa este cambio para el partido. Una tesis es que está ocurriendo una reestructuración mayor, que definirá los tiempos que vienen.

La histórica división del partido entre la UDI empresarial (liderada por Jovino Novoa) y la UDI popular (liderada por Pablo Longuera) está en su ocaso. El control político ejercido por los apóstoles de Jaime Guzmán (Andrés Chadwick y Juan Antonio Coloma, además de los dos anteriores), está a la deriva. Mientras que Novoa y Longueira desfilan por tribunales, Chadwick está alejado del partido e involucrado en la campaña presidencial de Sebastián Piñera, y Coloma sigue como el único con cargo político relevante pero con menos influencia que nunca antes.

Otros representantes de la UDI empresarial se encuentran igual de cuestionados que su líder (como Carlos Bombal, Jaime Orpis y Ernesto Silva), o alejados de las cúpulas de poder (como Cristián Larroulet, Evelyn Matthei y Manfredo Mayol). Asimismo, otros representantes de la UDI popular siguen en el poder pero cuestionados por su rol en financiamiento irregular (como Iván Moreira) o aislados y sin influencia real sobre la dirección del partido (como Víctor Perez, y Jacqueline van Rysselberghe).

Kenneth Bunker
Académico de la Facultad de Ciencias Políticas y Administración Pública de la Universidad Central
PhD Ciencia Política

Fuente: www.elmostrador.cl