
Datos del autor/a:
Nombre: Alejandro Astete
Sociólogo, Universidad Central de Chile (2018)
Pese al atrevimiento de algunos en ignorar la veracidad del cambio climático, lo que deja entrever una postura obstaculizante, convengamos que la reflexión acerca de la problemática medioambiental y sus repercusiones tiene un gran asidero en la actualidad.
El cambio climático es un hecho, y es real porque los datos científicos así lo muestran. Según la Organización Meteorológica Mundial, en el 2024 ‘‘las concentraciones de gases de efecto invernadero han alcanzado sus niveles más altos en dos millones de años y siguen aumentando. Como resultado, la Tierra está aproximadamente 1,1 °C más caliente que en el siglo XIX. La última década fue la más cálida de la que se tiene constancia". Y debemos entender que no es solo la existencia del calentamiento global, más bien el desencadenamiento de otros fenómenos como la sequía, incendios forestales, derretimiento de polos, inundaciones por aumento de nivel del mar, aluviones, la afectación de la biodiversidad y, por lo tanto, del funcionamiento de los ecosistemas ambientales y sociales.
En 1987 se acuñó el concepto de Desarrollo Sostenible, su definición se formalizó por primera vez en el documento conocido como el Informe Brundtland, denominado así por la primera ministra noruega Gro Harlem Brundtland, que abordaba los contrastes entre la posturas del desarrollo económico con el ambiental. Considerable primer acercamiento a establecer un marco global sobre el uso de los recursos que no afecte al planeta ni a las futuras generaciones de la sociedad.
Asimilando que en este periodo de la humanidad -antropoceno- es donde se aceleraron alteraciones que dejan en crisis la vida en el planeta, debemos prestar atención a conceptos claves relacionados con el desarrollo sostenible, tales como: lo económico; lo ambiental; lo social. Ideas que confluyen siendo protagonistas en la historia y sobre todo hoy, en esta etapa de la Edad Contemporánea. Elementos de estudio que deben ser abordados de una manera particularmente crítica, puesto que, tal como asume Foladori (2000): ‘‘graves desequilibrios del sistema se deben a las relaciones sociales capitalistas. No se trata de problemas técnicos, sino sociales. Aunque son indicadores claros de insustentabilidad, ninguna metodología de sustentabilidad los contempla’’.
Lo anterior hace referencia a que, en su mayoría, los datos de las investigaciones se centran en abordar cómo se ve afectado lo ambiental (aumento de la temperatura global, estadísticas pluviales, niveles de desertificación, etc) y, desde la mirada más suspicaz existente, hay investigaciones que muestran cómo también esos cambios afectan a lo social (comunidades afectadas por inundaciones, inestabilidad de suministros, etc). Sin embargo, no hay un esfuerzo categórico en develar cómo relaciones sociales enmarcadas en el modelo capitalista son las principales causas del problema.
Es decir, existe un desafío para las ciencias sociales en la tarea de darle lugar a las relaciones sociales actuales y su trasfondo ideológico como protagonistas encubiertos de la crisis ecológica y del hábitat. La mirada mercantil del uso del suelo -recursos-, el cómo y qué se produce, la lejanía entre la necesidad humana -derechos fundamentales- y los intereses de la acumulación de capital. Son sin duda, tópicos que se deben indicar como responsables de ‘‘lo insostenible’’.