
Jueves 23 de Abril de 2015
José Luis Reyes es decano de la Facultad de Ciencias de la Educación, profesor de filosofía de la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación; Magíster en filosofía con mención en teoría del conocimiento de la Universidad de Chile y doctor en filosofía, mención en epistemología de las ciencias sociales, también de la Universidad de Chile.
En relación a los últimos conocidos casos de políticos involucrados, en los tan presentes problemas de probidad, legitimidad y crisis de confianza que se han venido conociendo y profundizado con el transcurso de los días, aprovecho de detenerme en un aspecto que me parece algo dice de nosotros, los chilenos.
Ciertamente a raíz de lo anterior han surgido quienes han llamado a ver este asunto con algo de calma, lo que no significa restarle importancia. Pero, con preocupación, observo que lo más abunda son aquellos individuos, políticos, periodistas, cientistas políticos y otros más, que, en sentido figurado, se han instalado imitando el modo que caracteriza a los pastores; es decir, gritándoles a través de un megáfono a los políticos y empresarios supuestamente envueltos en los acontecimientos que ligan, justamente a la política y a la economía.
Les espetan sus horribles pecados a un volumen tal que no sólo el afectado puede escuchar, también lo hace el que está a metros de distancia, seguramente en la estrategia del pastor Soto, para que tal situación llegue a otros y que a tal coro puedan sumarse, amplificando significativamente, su histérico reclamo. Finalmente de lo que se trata es de darle cada vez más golpes, escupitajos y denunciar con más volumen al pecador.
Si continuamos con esta imagen, lo anterior debe concluir con alguna sentencia: asegurando un castigo divino sumamente severo por parte del pastor a quienes han pecado.
Se podría pensar en que hay un paso más, el de la propuesta de solución, sin embargo, el descontrol, es el que continúa primando: el infierno es lo que inexorablemente deben esperar tales pecadores.
El descontrol también se instala en la crítica y la falta de propuestas con las cuales deberían habernos colmado estos pastores de la política y sus pecados. Si miramos un programa de televisión que nos debiera ayudar a tener una versión algo más objetiva y darnos elementos con los cuales construir una visión propia, únicamente nos reitera el ego de al menos, algunos de sus integrantes.
El melenudo atribuyéndolo a "la raza chilena" y promoviendo la depresión de una manera tal que se le sospecha un muy buen aliado del prozac. En la versión del conductor, seguramente con mucho café en su cuerpo y claramente hiperventilado increpando, interpelando a la Moneda, habitantes y visitantes frecuentes, lo que nos hace recordar al estudiante irreverente y ansioso de tribuna.
¿Propuestas razonables en todo este tiempo? Un par, a las que le falta desarrollo, tiempo para madurar, buscar los puntos de consenso.
Mientras esto último no ocurra, continuarán sumándose las propuestas histéricas e irracionales y, al final del día (expresión tan querida por todos los políticos en la actualidad) se perderán las propuestas, olvidadas y empujadas por otros tantos gritos del pastor Soto, los que no dejan pensar.