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Lunes 17 de Agosto de 2020

El impacto de un entorno social

Columna de opinión de Mariela Andrades doctora en Psicología clínica y Forense, Académica e investigadora de la carrera de Psicología de la UCEN, por el caso de Ambar Cornejo.

Villa Alemana, es testigo de un cruel delito. Hace algún tiempo, fue el caso del “profesor de Villa Alemana” (Nibaldo Villegas), quién fue encontrado descuartizado una madrugada del año 2018. Hoy es el caso, de Ámbar Cornejo una joven de 16 años, cuyo cuerpo fue encontrado en las mismas condiciones en el patio de la pareja de su madre, Hugo Bustamante, quién ya había estado en prisión por cometer doble homicidio, en contra de su pareja y el hijo de ésta de 9 años, cuyos cuerpos escondió en un tambor.

Este asesinato trae al recuerdo, una entrevista realizada a Bustamante, mientras cumplía condena. Quién ante la pregunta: “¿Si quedaras en libertadpodrías volver a cometer el mismo delito?” Respondió con frialdad: "Lo he pensado y a ciencia cierta no tengo la respuesta… No podría decirle que es imposible que volviera a vivir una situación tan parecida”.

El año 2016, Hugo Bustamante obtuvo libertad condicional y hoy, es formalizado por violación con femicidio e inhumación ilegal a una adolescente de 16 años.

¿Pero quién podría cometer un acto de tal frialdad y planificación? Este tipo de crímenes probablemente, solo podrían realizarlo personas que presentan rasgos de personalidad psicopática, los cuáles se caracterizan por una ausencia de culpabilidad y remordimiento, que carecen de absoluta empatía, es decir, incapaces de ponerse en el lugar del otro y sienten desprecio por su víctima, vulneran la normativa social y presentan una visión egocéntrica del mundo, que se plasmará principalmente en una búsqueda activa de la propia satisfacción, minusvalorando a los demás y mostrando desprecio y desconsideración por las motivaciones ajenas y sociales. Esta característica de personalidad predispone al psicópata a la vulneración de los derechos y libertades de las demás personas.

Como señaló hace muchos años, un destacado psiquiatra (Schneider) “Las personalidades psicopáticas con aquéllas que por su anormalidad hacen sufrir a la sociedad”. Es decir, el psicópata, sabe lo que hace, pero no le importa las cicatrices psicológicas y emocionales que provoca con sus actos.  Por tanto, conocen la diferencia entre lo que está bien o mal, pero esos límites no son para ellos, comportándose como si las consecuencias de sus actos fueran a afectar a otros. Por ello, cualquier estrategia es válida para llegar al máximo placer del psicópata que es anular la voluntad del otro para atacarlo y demostrar su superioridad y desprecio hacia su víctima.

¿Qué podemos hacer como sociedad? Abordar con tesón la salud mental de nuestro país, la que como podemos ver, cada día se daña más; fortalecer el valor de la palabra y potenciar relaciones de cuidado y de convivencia equitativas entre los géneros. Porque si bien, no podemos predecir el momento en que actuará la psicopatía, el Estado sí puede y debe resguardar a nuestros niños, niñas y adolescentes y si podemos contribuir como sociedad, a que jóvenes como Ámbar, quienes tienen una vida marcada por el dolor y el abandono, formen parte de una comunidad en la que exista una adecuada detección prevención e intervención de la violencia, y se promuevan factores protectores y sociales para una mejor convivencia.

 Y, ante todo, ser diligentes con lo que no puede ni debe suceder jamás. En nombre de la tolerancia no debemos fomentar el absurdo de tener que tolerar lo intolerable.