Lunes 2 de Mayo de 2016
Samuel Fernández Illanes, académico Facultad de Derecho, Universidad Central
Una triste burla para una Presidenta que no ha logrado o sabido, sortear las dificultades que acumuló y que, en conjunto, amenazan seriamente su continuidad en el cargo. Los votos necesarios para autorizar un posible ‘impeachment’ fueron largamente superados en una sesión turbulenta, y por momentos, grotesca. Cada Diputado votó y explicó su decisión (367 contra 137) aludiendo a las más variadas razones, algunas teatrales, familiares o incoherentes, a favor o en contra, pero determinantes para la Presidenta.
A muchos de los votantes, a su vez, se les acusa de corrupción, a la que nadie aludió; inclusive al propio Presidente Eduardo Cunha que dirigió la sesión y que está en la mira del Supremo Tribunal Federal. El Vice-Presidente Michel Temer del Partido Movimiento Democrático Brasileño, que abandonó a Dilma y lo ha calificado de “traidor” y “conspirador”, resultaría quien asuma la presidencia. Un espectáculo que un país como Brasil, no se merece, pero que revela una polarización política extrema y una crisis evidente.
En una columna anterior, “Incertidumbre en Brasil” del 17 de marzo, señalaba sobre la posibilidad del “impeachment”, que “nada asegura que sus aliados sigan defendiéndola y permitan, por apoyo o abstención, materializarlo”. Así ha sucedido.
Corresponderá al Senado de 81 miembros, decidir por simple mayoría (41 votos), previo informe de una Comisión Especial de 21 senadores de representación proporcional. De aprobarse, la Presidenta podrá ser suspendida en su cargo hasta por 180 días, y asumiría el Vice-Presidente Temer, hasta el término del mandato actual el 1 de enero de 2019, lo que hábilmente ha manipulado y se ha vanagloriado de ello. Se dice que ya trabaja en sus nuevos Ministros, teniendo como base militantes de su propio partido.
Partidarios y contrarios a Dilma se acusan mutuamente de violar la convivencia democrática. Dilma y los suyos, denuncian un verdadero “golpe de estado”. Inclusive varios Presidentes de la región la apoyan claramente por afinidad política. Sus detractores, exigen su salida por alterar las cuentas fiscales y por corrupción. Argumentan que sólo aplican la Constitución Política vigente. Son posturas enteramente contradictorias que revelan un quiebre interno de grandes proporciones y una lucha de poderes que, además de política, se ha transformado en luchas personales, posiblemente las más enconadas, cualesquiera sea el resultado del Senado, apruebe o no el fin del ejercicio de la actual mandataria.
Muchos lo dan por descontado, si se considera la alta votación en los diputados, el abandono de los partidos aliados y una popularidad que no superaría el 10% de aprobación. Más los problemas reales que enfrenta el país, como una economía estancada, inflación, delincuencia, bajas inversiones, y en general un descontento que aumenta y genera marchas y reclamos contra la Presidenta. Exigen que deje el cargo y no aceptan se aferre al poder sólo porque ganó las elecciones, por escaso margen de votos, apoyo que aseguran ya desapareció.
Por su parte el Ex Presidente Lula, llamado por Dilma como sostén y salvador de la crisis, que cuenta con un importante respaldo popular y se perfilaba como triunfador en futuras elecciones, ha visto comprometidas sus perspectivas. No solo su nombramiento como principal Ministro en el Gabinete ha sido contestado judicialmente, generando una verdadera lucha de poderes entre Jueces Federales y el Supremo Tribunal Federal, autorizando o suspendiéndolo en su cargo que ya juró; sino que ha arriesgado su capital político y electoral al ponerse, incondicionalmente, a favor de Dilma y sostener su mandato a toda costa. De prosperar la separación de la Presidenta y controlar el país, aunque sea temporalmente, el Vicepresidente Temer, entrará en severa pugna con Lula, donde encontrará un adversario muy fuerte, que buscará robustecer el Partido de los Trabajadores, seriamente cuestionado en la actualidad.
Nuevamente las divisiones políticas darán paso a los procesos por corrupción, que las luchas personales han postergado por ahora, pero que constituyen la verdadera raíz de la crisis en Brasil, y donde pocos parecen ser inocentes auténticos. Todo indica que, salvo arreglos inesperados, el temido lema de las pancartas “Tchau querida”, se hará realidad.