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Somatización: El cuerpo como indicador de salud mental

Ps. Daniela Leiva Solis

El concepto de somatización se entiende como cualquier conjunto de síntomas o malestares físicos que no tienen explicación en una causa médica o biológica. Entonces, es un fenómeno que se produce por afecciones psicoemocionales que perjudican el funcionamiento normal de nuestro cuerpo. Es bueno aclarar que esto ocurre de manera inconsciente, por lo que no depende de la voluntad de quien lo está padeciendo. Por otra parte, no todas las personas manifiestan los mismos síntomas, aunque sí hay algunos más comunes como: jaquecas, molestias gastrointestinales, tensión muscular y dolor u opresión en el pecho. Si bien no hay un origen médico en estos malestares, no quiere decir que no sean reales y es algo que se tiende a confundir, pudiendo perjudicar a quienes expresan sus estados emocionales a través de síntomas físicos. Por ello, es importante no ignorar estas dolencias, ya que, si bien no tienen una enfermedad biológica asociada, no quiere decir que no genere complicaciones más graves a futuro, o que la persona pueda simplemente dejar de sentir el malestar proponiéndoselo. Además, hay que tener en cuenta que estos malestares, al tener origen psicológico, tienden a prolongarse a través del tiempo, sin poder darles una solución definitiva con tratamiento médico, lo que también puede producir estrés y ansiedad. Es por esto que, revisar la posibilidad de que lo que se siente físicamente puede tener un origen psicológico y emocional es de suma relevancia.

Las principales causas de los malestares psicosomáticos se relacionan a una baja gestión o evitación del mundo emocional. Entonces, es importante tanto para resolverlos como para prevenirlos, tomar en cuenta que detrás de estos síntomas pueden estar ocultándose emociones que no hemos tomado en cuenta. A veces, por la necesidad de “seguir funcionando” se pasa por alto cualquier reacción que pueda desencadenar algún desequilibrio en el contexto, ya que llorar o manifestar enojo por ejemplo, son formas de expresión valoradas como negativas. Por lo tanto, estas emociones se ocultan y postergan para “no tener problemas” o “no preocupar” al entorno. Sin embargo, todo nuestro mundo emocional es adaptativo y está diseñado para movilizarnos a la acción o búsqueda de soluciones, dando luces de que algo nos sucede. Es por ello, que es necesario darle cabida a estas reacciones para que no se alojen como síntomas que luego afecten nuestra salud.

Entonces ¿qué se puede hacer?:

Identifica y acepta tus emociones: Toda emoción aparece para “decirnos algo”, y funcionan como un movilizador para defendernos de alguna amenaza, reflexionar, alejarnos de situaciones dañinas, etc. Por lo tanto, son indicadores que debemos escuchar sin juzgar, ya que son una fuente de información necesaria para la toma de decisiones. Si un contexto o situación me produce insomnio, estrés, molestias estomacales, no debemos pasarlo por alto y el detenerse a pensar ¿qué me ocurre? ¿qué es lo que siento? puede ayudarnos a tomar decisiones respecto de algo que pudiera generarnos malestar. Evitar o “hacer como si nada pasara”, más que mejorar una situación conflictiva, disminuye la posibilidad de ser resuelta.

Describe lo que te sucede: Aprender a describir lo que se siente permite que se logre identificar a tiempo, dando espacio a la reacción emocional oportuna. Por lo que, hacer relaciones entre la emoción y cómo se manifiesta en el cuerpo, ayuda a darle nombre a lo que sucede e identificar con mayor claridad lo que puede estar ocurriendo, vinculándolo con alguna situación o evento que lo pudo haber originado. En general, el miedo se relaciona a aceleración del ritmo cardiaco, malestar estomacal; el estrés con dolores de cabeza, musculares e insomnio; la pena con baja energía, etc. Sin embargo, cada quién tiene sus propias formas de vivir la emoción y por ello es relevante que podamos reconocer en cada uno la manera en que se percibe de forma particular. 

Comparte lo que sientes: A veces es difícil identificar lo que nos sucede y por ello es útil comunicarlo, ya que un otro nos puede dar una visión imparcial e incluso contención afectiva o un medio para canalizar la emoción al expresarla. Más aún, si es alguien cercano y que nos conozca en profundidad, ya que puede entregar una perspectiva aclaradora o ver algo que no estemos siendo capaces de identificar de manera personal. También, si es que ya sabemos lo que nos pasa, pero no sabemos bien qué hacer, es importante apoyarnos en otros y pedir opiniones o sugerencias que nos orienten en la búsqueda de soluciones.

Busca soluciones: Como se mencionó anteriormente, las emociones movilizan a la acción y por ello, ya reconociendo lo que sucede y las repercusiones de ello en mi salud mental, no queda más que hacer algo al respecto. Aquí es importante distinguir lo que está en mi control y lo que no, entendiendo que por más que nos esforcemos hay cosas que no pueden cambiarse. En ese sentido, es importante aceptar lo que no depende de nuestras acciones y enfocarnos en lo que sí se puede cambiar, para lograr una alternativa que me genere menor malestar o de lleno bienestar.

Es importante considerar que no se debe asumir que todo síntoma físico puede ser una somatización, por ello, es necesario que se haga una revisión médica antes de definir que el origen del malestar frecuente es psicológico.