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Miércoles 13 de Enero de 2021

Consideraciones para el autocuidado durante la crianza

Ps. Constanze Ihl Herbach

El año 2020 trajo consigo grandes cambios y aprendizajes. Como estudiantes, los principales cambios se han centrado en la forma de llevar las distintas responsabilidades académicas, domésticas y necesidades de autocuidado. En algunos casos también ha significado compatibilizar tiempos con compromisos laborales, traduciéndose en este nuevo contexto en aprender a trabajar desde casa, muchas veces durante largas horas frente al computador para lograr participar en clases, estudiar, cumplir con entregas y coordinar trabajos grupales.

Esta nueva situación ha sido particularmente difícil para quienes además tienen la responsabilidad de ser padre, madre o cuidador/a, sobre todo de niñas y niños pequeñas/os, dado que estar a cargo del cuidado de alguien más, implica una gran demanda a nivel energético. Requiere prestar atención permanente a múltiples aristas, tales como la vestimenta, alimentación, satisfacción de las necesidades básicas y estimulación temprana del hijo/a, junto a educar en valores y conocimientos necesarios para un adecuado desarrollo a futuro. En este sentido, impacta tanto física como mentalmente a la persona que asume ese rol, el cual si bien hoy en día tiende a construirse como una labor compartida, histórica y culturalmente recayó mucho tiempo en la mujer. Entendiendo que la crianza constituye un trabajo a tiempo completo, es importante que sea conversada la distribución de roles y tareas, de manera equitativa en el grupo familiar.

Considerando lo anterior, poder brindar una crianza que sea sana y positiva, requiere que el adulto o los adultos a cargo cuenten con solidez emocional, para lo cual es necesario tener pautas de autocuidado incorporadas dentro de la rutina diaria, para evitar el aumento de la ansiedad o estrés, manteniendo una relación más sana entre cuidador/a e hija/o, disminuyendo la posibilidad de frustración e irritabilidad que finalmente se traduce en reacciones agresivas involuntarias. Es decir, estar bien permite educar bien (Santos, 2021), y el ‘estar bien’, en muchos casos implica flexibilizar aspectos de la rutina previa a la pandemia y aprender a priorizar las actividades que realmente exigen una responsabilidad ineludible, por ejemplo, decidir entre estudiar y ordenar una habitación.

El primer elemento central a incorporar en el autocuidado, es definir los horarios en los cuales se acuesta y levanta cada miembro de la familia, a fin de resguardar las horas de sueño. En el caso de niños y niñas, se recomienda un total de 8 a 10 horas de sueño, mientras que en adultos se recomienda dormir entre 6 y 8 horas, siendo lo importante en ambos casos contar con un sueño reparador. Esto significa lograr dormir profundamente durante la noche, sin despertar ni experimentar dificultades importantes para conciliar el sueño.

Para cuidar la calidad del sueño en el hogar, es central disminuir el nivel de activación física y energía durante las dos últimas horas antes de acostarse. En el caso de niños y niñas, es esencial que puedan mantener una rutina clara y constante, con horarios definidos de alimentación y recreación, estimulando la actividad física y el juego individual, que les permitan desarrollarse y aprender a entretenerse por sí mismos/as. Se sugiere restringir el uso de aparatos tecnológicos al menor tiempo posible, dado que puede tener un impacto negativo en la salud física y emocional del niño/a, por una menor movilidad física que puede impactar además en su calidad de sueño.

En el caso de adultos, se sugiere realizar actividades tales como meditación, ejercicios de relajación, leer un libro o escuchar música que tranquilice antes de dormir. Además es esencial que la madre, padre o cuidadora cuente con horarios claros de desconexión y autocuidado, teniendo la posibilidad de realizar actividades que se disfruten, tales como ingerir la comida preferida; contar con tiempos para comer con calma y relajarse; compartir con amistades; realizar actividad física durante la semana que ayude a liberar tensiones; conectar con el propio cuerpo; reponer energías y, en definitiva, cuidar la propia salud mental. Se puede destinar tiempo a ello, por ejemplo, mientras los/as niños/as realizan sus actividades, mientras duermen o mientras están al cuidado de alguien más.

Teniendo presente la alta demanda académica y/o laboral que se tiene normalmente, como padre, madre o cuidador/a, es esencial buscar ayuda antes de sentirse sobrepasado/a o agotado/a, gestionando el poder contar con una red de personas, familiares o amistades que puedan asumir las responsabilidades de cuidado de los niños y las niñas, en momentos determinados, de modo de contar con tiempos personales que contribuyan al cuidado de la propia salud mental.

Ello contribuye a que el adulto a cargo de la crianza, sea capaz de gestionar las emociones que la conducta del niño o niña le genera, pudiendo afrontar la situación de mejor forma y desde el enfoque de la disciplina positiva. Este enfoque consiste en una forma de educar a los niños con firmeza y cariño, basada en el respeto mutuo y la comprensión, que favorece el desarrollo emocional y refuerza los vínculos afectivos entre padres e hijos (Disciplina positiva España. 2021).

Por último, para lograr una adecuada aplicación de este enfoque, se torna central aprender a expresar las propias emociones. Cuando escogemos callarlas, éstas se vuelven más difíciles de gestionar de una manera saludable. Junto a ello, lograr tomar conciencia sobre la propia historia y la forma en la que se fue criado/a, de modo de evitar replicar patrones poco adaptativos, tales como la violencia, que puedan impactar negativamente en la crianza.