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Harald Beyer: la caída

La última encuesta Adimark ubicó al ministro de Educación, Harald Beyer, en lugar muy alejado del podio. Cayó 10 puntos respecto a la encuesta anterior y alcanzó un 26% de aprobación.

Y aunque la primera explicación fue que el resurgimiento del conflicto estudiantil y que las últimas tomas lo habían golpeado, hay quienes piensan que la caída se debe más que nada a características propias más profundas y a la forma que tiene de enfrentar los temas de su cartera; un estilo que lo ha llevado a polemizar no sólo con los estudiantes, sino con otros actores ligados al movimiento.

“El ministro se muestra como un político excesivamente intransigente, no dialogante y frontal con todos los actores que algo tengan que ver con educación. No hay manera, ninguno se ha salvado de sus fuertes palabras, que rozan las descalificaciones y eso, la agresividad de un ministro, más si es de Educación, la gente lo percibe de muy mala manera. En general los personajes agresivos siempre son mal evaluados”, opina Jaime Retamal, especialista en Educación de la Usach.

Retamal se refiere a algunos hitos que han marcado las relaciones de Beyer y que se han sucedido desde que asumió como ministro. Uno de ellos ocurrió en enero de 2012, cuando respondió a las críticas del director ejecutivo del Centro de Estudios Públicos (CEP), Arturo Fontaine (su amigo y ex jefe), sobre el proyecto de Superintendencia de Educación Superior. “No reflejan una comprensión adecuada de cómo funciona el mundo universitario moderno”, declaró entonces.

También tuvo palabras duras para los rectores que se quejaron de la forma en que se dieron a conocer los balances financieros de sus planteles. “Nos parece que las universidades deben acostumbrarse más a la transparencia. Realmente nos tiene sorprendidos esta reacción, pero no nos extraña tanto que sean reacias a avanzar en transparencia”, criticó en La Segunda, enronchando a los miembros del CRUCh, que ya estaban molestos por la reacción del ministro con la incorporación del ranking de notas y por sentirse ignorados en el debate sobre financiamiento de la educación superior.

Una situación similar vivieron los parlamentarios que elaboraron el informe sobre el lucro, que también rozaron la urticaria. “Son antecedentes que eran por todos conocidos, además antiguos. El informe no aporta antecedentes nuevos que nos permitan realmente llegar a la conclusión de que se violó la ley en casos particulares”, respondió sobre el trabajo de los diputados en un escenario erizado con el descalabro de la Universidad del Mar.

LA TECNOCRACIA

A pesar de esta baja aprobación, en Palacio están tranquilos con la forma en que ha enfrentado el conflicto y el único norte es no sacar la vista de los proyectos de ley del Gobierno en materia educacional, una característica que lo mantiene aislado de otros actores con los que podría dialogar.

“Él no suma la variable más política a su análisis y el problema de la educación no es sólo técnico, no sólo se trata de recursos. Mientras siga entendiéndolo así, tendrá baja aprobación”, dice Marco Moreno, cientista político de la U. Central. “Él ha mantenido una estrategia política con un fuerte componente tecnocrático, que se ha expresado en su intento por mantener la discusión centrada en el Parlamento y los proyectos de ley”, suma datos Moreno, en un intento de explicar por qué el ministro se mantiene en una lógica de insularidad.

La misma tesis fue planteada en una columna de opinión por el ex vicepresidente de la FECh Francisco Figueroa en julio pasado. Entonces, junto a Carlos Ruiz (ambos de la fundación Nodo XXI), señaló que “lo que aflora con el enojo del ministro (postinforme sobre el lucro) es una contenida incomodidad tecnocrática con la democracia, con sus impertinentes procedimientos carentes de “racionalidad”; esos mismos que nosotros acusamos de cerrados y mezquinos. ¿Qué sería de nuestro ministro en un régimen parlamentarista y más participativo, en lugar del restrictivo presidencialismo actual? Menos mal que Guzmán se ocupó de impedirlo, piensan para sus adentros los desinteresados técnicos”. En el escrito apuntaban al corazón del personaje: “Con su fría estampa ‘apolítica’, su arrogante tono de saber incontestable —una brujería superior, al decir de Gramsci—, su imperturbable elusión del debate sustantivo, el discurso tecnocrático naturaliza opciones políticas y económicas, invisibiliza los intereses sociales que están tras ellas, y sustrae tales decisiones de la política abierta. La reduce a una suerte de gestión para entendidos, y con ello ‘desciudadaniza’, produce un ciudadano espectador, contemplativo de un saber pretendidamente superior y excluyente”.

Figueroa, suma datos que explican la baja aprobación de Beyer en la encuesta: “Su defensa a ultranza del lucro, en circunstancias que toda la evidencia empírica apunta a que el lucro atenta contra la calidad, y sus ataques a la educación pública, que más allá de su actual crisis goza de cierto respeto en la ciudadanía, lo hacen ver muy sometido a la derecha más retardataria. Su ninguneo al informe del lucro y sus ataques a los dirigentes estudiantiles y a los rectores fueron las peores movidas que pudo haber hecho”.

Según Jaime Retamal, el escudo de una supuesta “inteligencia de experto” no resulta creíble. “¿Cómo va a ser cierto que sólo él tenga la razón y los demás —dado el tono del ministro— sean unos ignorantes? No es creíble el experto que cree tener siempre la razón, que se ampara solo en números globales y promedios estadísticos. Al ministro le falta calle, le falta ir a los colegios, conocer a los profesores que trabajan en ambientes vulnerables, le falta ir donde efectivamente las papas queman. Tal vez así él y sus números se humanicen de una buena vez”.

Para Gabriel Boric, presidente de la FECh, lo que diga la Adimark u otra encuesta no es una razón para “festinar”, sobre todo porque lo que los sondeos dicen un día, puede ser distinto al mes siguiente. Sin embargo, sabe que son elementos que hay que saber leer. “En el Gobierno han apostado porque la aprobación no es importante. El objetivo es simplemente desplegar su agenda independiente de los costos, sin preocuparse por generar consenso con todos los actores del debate. Yo espero que esta actitud cambie, sobre todo después de la reunión del jueves, para que tengamos un diálogo con el Ejecutivo, para lograr ideas de consenso, más allá del debate que se produzca en el Congreso”.

Esta noticia fue publicada originalmente en el portal ElMostrador.cl  en el enlace http://www.elmostrador.cl/noticias/pais/2012/09/10/harald-beyer-la-caida/