Marco Cofré Carvajal, Director carrera de Psicología
Aunque para algunas personas el resultado de las elecciones fue una sorpresa, para otras y otros era esperado. Desde hace días que las campañas de la candidata y los candidatos reflejaba una fuerte pugna, lo que iba en una escala de descalificaciones políticas y personales, tratando de mostrar las desventajas de elegir a una u otra opción.
Las urnas hablaron y dejaron ver los temores y preocupaciones que hoy envuelven a la ciudadanía. En cada voto se siente el peso de la historia, una historia de dolores, represiones, miedos e inseguridades. Una historia que ha tenido algunos breves momentos de la alegría prometida, pero a la que le sigue pesando el fantasma de la amenaza constante por expresar la opinión.
En los primeros discursos de los elegidos, era fácil evidenciar como ese tono de campaña seguía con más fuerza, fomentando discursos que repetían: el otro candidato les hará daño, yo los protegeré; el otro candidato los perjudicará, yo les daré lo que necesitan. El mensaje mesiánico fue encarnado fuertemente por uno de los candidatos, quien, desde la experiencia trascendente de la virtualidad, ofrecía tener una actitud moral más alta que sus contrincantes. Sus discípulos y discípulas le siguieron e influyen en la balanza.
Dicho esto, hoy escuchamos como resuenan las palabras proféticas de la otrora candidata: “uno ofrece orden sin cambio y el otro cambio sin orden”. Por lo que el miedo aparece nuevamente en escena, procurando paralizar a cada votante que no logra definir su opción. ¿Cómo enfrentamos, entonces, esta situación?
El miedo es una emoción y, como tal, una respuesta fisiológica frente a un estímulo que nos provoca protegernos. Eso implica huir o defenderse. En tal sentido, cuando el miedo se presenta, nos obliga a realizar una acción, paralizarse, arrancar o esconderse, entre otros.
Al escuchar las consignas de los candidatos, luego de la primera vuelta, nos convocan a votar, movidos por ese miedo al pasado y al cambio. Una chilena decía: “no entiendo, si Chile despertó”; y un meme le respondía: “pero volvió a dormir 5 minutitos más”.
Esta imagen nos presenta una sensación de desesperanza frente a los muchos años de esperar una alegría, construida desde el imaginario personal, y que no llegó para todas y todos. Se mueve desde la creencia de un mesías que puede salvarnos del mal o de un superhéroe que tiene poderes para enfrentar todos nuestros temores. Se mueve desde la sensación de que todos perderemos lo que hemos conseguido con nuestros esfuerzos diarios. Se mueve desde la idea de que hay unas/os mejores que otros/as.
La verdad es, que en estos escenarios inciertos, no nos podemos paralizar, no podemos votar por el menos malo, sino, como diría nuestro filósofo nacional: salgamos a votar y que gane el más mejor.