Martes 11 de Abril de 2017
Cabe preguntarse por sus objetivos y porqué. No hay relaciones y las diferencias son evidentes, por algo están los procesos ante la Corte. Nunca han sido buenas, salvo por muy cortos períodos que Bolivia siempre ha cortado unilateralmente. Hasta comprensible según sus circunstancias. Sin embargo ahora y desde hace un tiempo, han aumentado en frecuencia e intensidad. Entre las posibilidades más evidentes está el rodear los casos ante el Tribunal de un ambiente preciso, presionar a la Corte antes que sentencie, mostrando a Chile como hostil y dispuesto a rechazar cualquier fallo que pudiere favorecerles, o si no obtuvieran todo lo demandado, proseguir con las controversias victimizándose.
En caso que lograran obligarnos a negociar el acceso soberano al Pacífico, como la Corte ya acordó no imponer resultados ni modificar el Tratado de Límites, anticipan que Chile pueda no ceder nada en tal negociación y la controversia se mantenga, para insistir en otros procedimientos, apoyo de países afines, o ante organismos internacionales, acusándonos de actuar tal y como han advertido en las acusaciones que oportunamente formularon. Es decir, un país belicoso e intransigente, que no está dispuesto a solucionar pacíficamente sus diferendos. Un agresor que viola el derecho internacional y que merece ser sancionado. No son momentos de enojo pasajero. Obedecen a una peligrosa planificación determinada.