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Jueves 17 de Mayo de 2018

(Opinión) Del parto al nacimiento, de la ética al derecho a parir libres y seguras

La celebración de la Semana Mundial del Parto Respetado, llevado a cabo durante esta semana con el lema designado para este año “Menos intervenciones, Más cuidados”, coloca frente a frente dos posturas extremas, a través de los conceptos parto y nacimiento humano.

Parto y nacimiento son palabras que en lo cotidiano se utilizan como sinónimos para referirse al momento en que una mujer es capaz de externalizar la vida gestada intrauterinamente. Algunos y algunas vinculan la expresión parto a la acción de parir de la mujer, mientras que el término nacimiento al tránsito del bebé desde el útero hacia la vida extrauterina. Sin embargo, en los estudios sobre nacimiento en culturas Mapuche, Aymara, Mbyá Guaraní, Quechua y en la propia occidental junto a mujeres activistas por el parto respetado, se ha reflexionado que existe una diferencia abrupta, entre parto, nacimiento y la forma de tratar éste momento, incluso antes y después del siglo XIX. En pocas palabras, desavenencia en torno al concepto de parto y sus implicancias en la vida social actual.

A saber, hoy podemos hallar algunas prácticas culturales propias del nacimiento en nuestro territorio Latinoamericano que posicionan la vida de la madre y bebé como el centro de la atención y cuidado. El concepto nacimiento que se propone, considera los conocimientos que conservan los pueblos originarios en el campo de la partería tradicional siendo entonces una forma de actuar y reflexionar sobre lo bueno para la madre/bebé y en última instancia para la comunidad. Por el contrario, el parto o parto obstétrico, si bien fue pensado para ir en ayuda de las mujeres madres, se sedimenta en el bienestar de la autoridad médica, la tecnología, en la ética de beneficencia e incluye elementos culturales que han sido interpretados como las principales fuentes de violencia obstétrica. Sin lugar a duda, la intervención rutinaria del parto, se ha configurado como producto histórico de los avances tecnológicos, entre los que se destacan aquellos diseñados a través de pruebas crueles en mujeres afroamericanas en una sociedad esclavista de Estados Unidos en el siglo XIX, por el padre de la obstetricia moderna, el Doctor J. M. Sims y que en lo contemporáneo se ha ganado el rechazo de los movimientos feministas.

La reflexión final nos remite inevitablemente a esta diferenciación sobre parto y nacimiento, si queremos avanzar hacia lo que se denomina parto respetado, o más bien, hacia el respeto por el nacimiento humano y su desarrollo en condiciones seguras y dignas. En Latinoamérica ya existen referencias en torno a la humanización del parto (Declaración de CEARÁ, 2000), una serie de derechos naturales que tenemos las mujeres pero que no habían sido enunciados anteriormente.

El nacimiento entonces, debiera cuestionar las prácticas de partos en la cultura occidental considerando distintos elementos como la evidencia científica, la opinión de movimientos sociales feministas y especialmente en las experiencias de nacimientos de culturas indígenas, para que el parto no sea más acontecimiento médico, sino el inicio de respeto al nacimiento humano en su diversidad, de la mano de las mujeres y la ciudadanía.

Camila Flores
Académica
Universidad Central La Serena