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Jueves 24 de Julio de 2014

Niños y niñas inmigrantes: nuevos actores en la frontera de Chile

Por Daisy Margarit Segura: directora de la Escuela de Trabajo Social de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Central. Doctora en Sociología y Master en sociología de la Universidad Autónoma de Barcelona. Licenciada en Trabajo Social y Magíster en Desarrollo Urbano de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

Los niños y niñas que cruzan solos la frontera, sin adultos que los acompañen, es en Estados Unidos y España una realidad que se vive a diario, en donde las organizaciones de voluntarios en conjunto con los servicios sociales deben procurar dar una atención inmediata para responder a las necesidades de salud, nutricionales y posteriormente legales a las que se ven enfrentados cientos de niños.

Son menores de edad que se aventuran a salir de sus países ilusionados por conseguir mejores condiciones de vida en lugares donde otros ya los han hecho y han cruzado la frontera. Son niños que se enfrentan a las dificultades de viajar clandestinamente en un barco, en un camión de transporte de carga, buses, autos o cruzar a pie la frontera. Todos pagan precios muy elevados a las mafias dedicadas a la inmigración ilegal que los engañan a ellos y sus familias prometiendo protección y resguardo.

A nivel académico e institucional existen varias denominaciones para referirse a este grupo de niños inmigrantes: MINA (Menores Inmigrantes No Acompañados), MEINA (Menores Extranjeros Indocumentados No Acompañados), y MMNA (Menores Migrantes No Acompañados). Esta denominaciones tienen en común que al margen si están con documentación para ingresar al país, lo que prima es su condición de no estar acompañados, realidad que en Estados Unidos en los últimos meses se ha observado con gran preocupación por parte de organismos internacionales, por la magnitud de niños (57.000 niños) que intentan cruzar a diario la frontera provenientes de Centroamérica, especialmente del El Salvador, Honduras y Guatemala.

En Chile esta realidad aún no se ha evidenciado; la frontera en nuestro país es dominio de los adultos, de aquellos hombres y mujeres que han intentado cruzar clandestinamente para ingresar, en algunos casos como "burreros" como se les denomina aquellos que transportan droga a través de redes de narcotraficantes que los contactan para tales fines. Sin embargo, ante esta realidad de niños cruzando la frontera en Norteamérica o en España, y que aún se ve distante para nosotros, cabe preguntarse si estamos preparados como sociedad para hacernos cargo de esta nueva arista del fenómeno de las migraciones; y, si tenemos los dispositivos sociales y legales para hacer frente a situaciones tan delicadas.

¿Qué haremos cuando tengamos niños en la frontera? ¿Actuaremos repatriándolos? Este es un tema que no debe estar ausente de las medidas que se formulen para abordar la inmigración en Chile. Establecer, por ejemplo, un protocolo de actuación, contar con redes de instituciones que conozcan sus profesionales estrategias de intervención con migrantes, con especial atención en niños y niñas, permitiendo así dar respuesta a sus necesidades, comprendiendo que su característica principal es una gran vulnerabilidad. Éstas podrían ser algunas de las vías para atender a los MINA, MEINA o MMNA como se les ha denominado a los niños que cruzan la frontera, sin embargo, lo que parece claro es que en Chile no estemos preparados para abordar desde las estrategias de intervención social el fenómeno de la migración, más aun cuando no contamos con una política migratoria que reconozca esta realidad social y cultural que hace ya un tiempo dejó de ser desconocida y que hoy convive a diario con nosotros.