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Lunes 8 de Abril de 2013

La mano que mece la cuna(*)

Por: Osvaldo Torres Decano FACSO/UCEN

Imagen foto_00000013La última semana de marzo, el Centro de Microdatos de la Universidad de Chile presentó el Estudio Longitudinal sobre Primera Infancia, ELPI. En este estudio, que se realiza por segunda vez, permite tener un panorama de las desigualdades que enfrentan los niños de 0 a 6 años según los niveles de ingreso de sus padres. El estudio focaliza la mirada en los niños y las madres de éstos, en distintas dimensiones, tanto la física, socioemocional, desarrollo general y la función ejecutiva en niños y niñas como las cognitiva, física y socioemocional de las madres. Al interior de estas dimensiones hay diversas variables en estudio que combina también entrevistas y observación sobre el hogar.

En el estudio se señala que uno de los orígenes de la desigualdad está en las condiciones sociales de la reproducción de las familias y en el sistema escolar. Respecto de las familias se afirma por una parte que todos los niños y niñas nacen con una talla y peso promedio por quintil bastante similar (entre 49, 7 - 49,4 cm promedio y 3,3-3,4 kg.) pero sus diferencias se desarrollarán posteriormente.

Por otro lado, en la dimensión del desarrollo general de los niños, se parte en las mismas condiciones con independencia del nivel de ingreso de los padres, pero la brecha comienza a producirse a los 10 meses y se va ampliando de manera significativa hacia los tres años según su quintil de ingreso familiar. En este sentido, se trata de una verdad conocida: las desventajas estructurales (de cuna) son determinantes por sobre las diferencias genéticas individuales. El evolucionismo social no aplica en estas materias.

Pero además el estudio ratifica que, partiendo de una misma igualdad al nacer (hecho biológico indesmentible), aquellos niños cuyos padres pagan educación particular despegan en los rendimientos escolares a temprana edad, en tanto los que asisten a particulares subvencionados quedan muy a la zaga y sólo un poco más atrás los que van a los municipales. Esto se ve reflejado tanto en las Pruebas SIMCE de básica y media como en la PSU. Es decir, el sistema educacional refuerza la desigualdad en vez de producir movilidad social; de paso esto puede explicar las altas tasas de deserción que se dan en la enseñanza media.  Pero asociados estos datos, al relacionarlos con los ingresos en el mercado laboral por tipo de educación, se refleja la misma segmentación y brecha de desigualdades.

Una primera conclusión, creo yo, no es que hay que actuar sólo tempranamente –desde la primera infancia- como lo sugiere el estudio, sino que es indispensable modificar la situación laboral de los padres y el sistema educacional al que ingresarán sus hijos, para que una inversión en la primera infancia sea más efectiva. El que la desigualdad se inicie desde la cuna, no implica deductivamente que la causa de aquella sea la "cuna", más bien es una consecuencia de las condiciones socioeconómicas y culturales de la mano que mece esa cuna.

La modificación del régimen laboral no debiera tener un costo significativo para el Estado. En tanto, el sistema educacional puede mejorar su calidad para todos, además de garantizarse la educación como derecho,  si se toman medidas para terminar con: el lucro, el financiamiento compartido y la selección de estudiantes por los establecimientos (principios del mercado educativo que genera segregación y desigualdad).

En este sentido, efectivamente el debate debe centrarse en un "nuevo modelo de desarrollo", lo que también implica reconocer que está agotado un ciclo de las  políticas públicas auxiliares al modelo de mercado.


(*) Este artículo fue publicado por el periódico digital El Post en su edición del 3 de abril de 2013.

(**) El profesor Osvaldo Torres es antropólogo, magister en historia de Chile; doctor en estudios latinoamericanos de la U. de Chile; director ejecutivo de la  Asociación Chilena pro Naciones Unidas, (Achnu); coordinador académico del  Diplomado Niñez y Políticas Públicas de la Universidad de Chile;  profesor  de antropología cultural y de exclusión y vulnerabilidad social y,  a contar del 10 de abril, Decano elegido por los académicos de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Central de Chile.


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