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Viernes 27 de Mayo de 2016

La Justicia y el Humanismo, comentando al Ministro Hugo Dolmestch

Decano de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales, Emilio Oñate. Universidad Central de Chile

En la pasada edición del mes de marzo de revista Occidente, el Presidente de la Corte Suprema, escribe un artículo bajo el título “Un Poder Judicial más Humano”, en el que aborda diversas materias, como la seguridad ciudadana, la crisis de confianza de las instituciones, la reforma civil y los Derechos Humanos, por mencionar algunas.

Sin entrar a referirme en particular a cada una de ellas, lo relevante es que lo hace desde su perspectiva, la de un hombre formado en los principios y valores del humanismo laico, desde la mirada de alguien que entiende y más importante aún, internaliza la significancia y el valor de la misión que está llamado a ejercer: la de impartir justicia.

Y esa misión el Presidente Dolmestch, comprende con criterio y razón, no puede ejercerse si no es desde la perspectiva del humanismo, que promueva un trato más cercano basado en el respeto a las personas, desde luego hacia aquellas que son partes de un litigio, pero también en lo que corresponda, hacia aquellas que condenadas o privadas de libertad están bajo el ejercicio de la jurisdicción. Y en este punto el Ministro apunta hacia un tema central, en efecto, si observamos la situación carcelaria de nuestro país, donde según estudios de Naciones Unidas, Chile es el país con la más alta tasa de reclusión en América Latina, con más de 300 internos por cada 100 mil habitantes, mientras que el promedio en Latinoamérica es de 100 a 150 internos por igual indicador, los resultados en seguridad ciudadana no son para nada alentadores. Frente a lo cual la máxima autoridad del Poder Judicial es crítico, y así lo señalo durante su primera cuenta pública, tras realizar un duro análisis de los niveles inhumanos de hacinamiento, inseguridad y suministros básicos que atentan contra la dignidad de los reclusos.

Mucha razón tiene el Presidente de la Corte Suprema al señalar que cuando una sociedad pregona el empleo de la cárcel como mecanismo de solución de los delitos, sin dimensionar ni abordar sus orígenes, en definitiva no se hace cargo de las causas que motivan la delincuencia. Una política anti delincuencia integral debe abordar de manera sistémica los hechos delictivos y poner el foco en la prevención y en las razones que motivan dichos hechos. La ausencia de  políticas públicas para enfrentar la delincuencia desde su génesis con una mirada más social y humana que fomente la igualdad de oportunidades para el desarrollo personal y permita la reinserción social de los reclusos, es fiel reflejo de lo que el Ministro Dolmestch ha impulsado durante toda su carrera judicial. Por ello, no fue extraño escuchar su rechazo a la iniciativa de la denominada “ley mordaza”, que sanciona a quienes entreguen información durante la investigación del Ministerio Público, prohibición ya vigente y que constituye un atentado contra la libertad de expresión y de información, a la que el Presidente del máximo tribunal calificó como una “especie de regreso al secreto de sumario”

Otro aspecto que me parece central y que el Ministro Dolmestch aborda en su artículo, como parte integral del ejercicio de la jurisdicción, es el de la condición hermenéutica del juez, es decir su capacidad de interpretar y desarrollar el precepto legal, considerando el contexto en el que este debe fallar, analizando el conflicto jurídico, las partes, el delito y sus consecuencias. Esta concepción en una sociedad cada vez más crítica de sus instituciones permite revalorizar la función del juez en la construcción de una sociedad democrática por medio de un juez que escucha y fomenta el respeto por las relaciones humanas, no sólo integra a los sujetos del proceso judicial,  sino que también avanza hacia la construcción de una institución más cercana a la gente, donde su dignidad y derechos  son las bases que sustentan el quehacer de la judicatura.

Finalmente, qué duda cabe, Dolmestch es un juez coherente con su formación humanista, consciente de su rol no solo en el desarrollo del litigio que posteriormente le corresponderá resolver, como da cuenta su impecable trayectoria que hoy corona con la máxima magistratura judicial. Si no también como un juez que instauro lo que se conoció como la doctrina Dolmestch  o de la Paz Social, que permitió sancionar efectivamente los delitos derivados de las violaciones de DD.HH. e incluso obtener para los familiares de las víctimas en algunos casos indemnización económica, estableciendo algún tipo de compensación para los involucrados que aportaran antecedentes o confesaran sus ilícitos. Como el mismo ha señalado, la verdad tiene un efecto liberatorio, no solo para los familiares de las víctimas, sino también para los victimarios.

Comencé este comentario haciendo referencia a la importancia de impartir justicia, esa misión no tendría el mismo significado si quienes son los llamados a ejercerla, no conciben adecuadamente su importancia, y es precisamente a esa concepción, la de un Juez integral, a la que el actual Presidente de la Corte Suprema nos llama, no solo a quiénes de manera directa o indirecta somos operadores de la justicia, sino a todo aquel que entiende la noble función de dar a cada cual lo que le corresponde.