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La integración en riesgo

Por Samuel Fernández Illanes
Académico Facultad de Derecho, Universidad Central

La integración confronta nuevos desafíos e interrogantes. Por décadas, ha sido considerada una respuesta eficiente a los desequilibrios y desigualdades entre los países. Procura superar aquellos económicos, como también, las demás divergencias inevitables. Su finalidad esencial, es la búsqueda común de libre circulación de bienes, servicios y factores productivos, mediante el comercio recíproco y ampliación de los espacios económicos. Se logra por el intercambio comercial más amplio posible, según su concepto clásico. Ciclo que pareciera haberse estancado, o que ya no representa con la misma fuerza el interés presente. Las tradicionales y evolutivas etapas integradoras, desde los acuerdos preferenciales o de alcance parcial; a zonas de libre comercio; uniones aduaneras; y mercados comunes; hasta la unión política como objetivo final, se han desdibujado. A veces, se pretenden alcanzar para otros fines, sin completar las faces previas.

En nuestra región, la crisis está demostrada en la pugna por la presidencia rotativa del Mercosur, asumida de hecho por Venezuela. Sus estados fundadores (Argentina, Brasil Paraguay y Uruguay), acordaron ejercerla en conjunto e impuesto condiciones bajo pena de suspensión. Que en breve, cumpla una serie de tratados y acuerdos, entre ellos la cláusula democrática, para ejercerla de manera legítima. Un condicionamiento imposible a la Venezuela actual. Otro tanto sucede en la Unión Europea, con el ya conocido BERXIT, al que se añaden los serios desacuerdos sobre inmigración y flexibilidad fiscal, en la reciente reunión "informal" en Bratislava, sin gran Bretaña, de los 27 Jefes de Estado restantes. Y está presente también en la campaña electoral norteamericana, con Trump contrario al Acuerdo Estratégico Trans-Pacífico de Asociación (TPP), e Hillary Clinton ahora también opuesta. Por cierto, no son signos alentadores de integración económica. Por sobre las contingencias, revelan que su espíritu ha sido superado por las visiones antagónicas, y contaminado los procesos existentes.

Pueden ser muchas las razones, pero hay una muy significativa. Las iniciativas integradoras perdieron, en buena parte, su sola finalidad económico-comercial, para ambiciosamente abarcar muchas otras, incluidas las políticas. En Latinoamérica ha sido así, desde la ALALC a la ALADI; pasando por el Pacto Andino, hoy reemplazado por la Comunidad Andina de Naciones (CAN); o el propio Mercosur, ampliado a múltiples asuntos, aunque no ha logrado superar la etapa de un Mercado Común imperfecto. Se suma la proliferación de más instituciones, ALBA, ALCA, SELA, CARICOM, CELAC y otros, con diferentes propósitos y estructuras, apartados de los logros que muestran las finalidades integradoras originarias. Muchos procesos se han creado precisamente para sustituir algunos, utilizarlos en una determinada orientación ideológica, o reemplazar la OEA. Si las visiones políticas no son coincidentes, dejan de interesar, al perder su orientación primaria, se estancan o retroceden. De agudizarse esta tendencia, la integración tradicional está en riesgo.