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¿Hillary o Donald?

Por: Samuel Fernández Illanes

Abogado de la Universidad Católica, Magister en Derecho de la Universidad Central, embajador del Servicio Exterior (r), profesor de Derecho Internacional Público y Derecho Internacional Privado en la Universidad Central, y académico de la Academia Diplomática.

Por sus nombres se aludieron ambos candidatos norteamericanos en el primer debate televisado a Estados Unidos y al mundo. Resulta lógico, pues mantenían una cercana relación cuando todavía no competían por la presidencia. Pero fue lo único amistoso, en una transmisión larga y tensa, donde hubo referencias al programa de cada cual, pero mucho más a las críticas personales. El objetivo era conquistar el importante porcentaje de electores indecisos en una contienda que aparece no sólo reñida, sino que técnicamente empatada según las encuestas recientes. La pregunta clave es ¿lo lograron?

Los temas centrales eran la economía, acuerdos comerciales, impuestos, seguridad y salud, entre otros. Fueron abordados y, una vez más, se constataron las serias diferencias existentes, muchas de las cuales se basan en las tradicionales, entre demócratas y republicanos, que han sido normales en campañas previas; como más o menos proteccionismo, mayores o menores rebajas impositivas, aumento en la defensa interna o exterior, y el aumento o disminución de los aportes a la salud. Pero hay que añadirles las todavía más evidentes sobre la personalidad y calidad de cada candidato, que han pasado a ser mucho más determinantes en la presente elección. Y de nuevo las divergencias se evidenciaron junto a los directos ataques mutuos. Una constante en toda la campaña reciente, primero entre los postulantes de cada partido, y ahora entre los nominados oficiales

Ciertamente era lo que los espectadores esperaban evaluar, y el debate no los defraudó. Con más experiencia por sus responsabilidades gubernativas, Hillary Clinton demostró mayor madurez, conocimientos y auto-control, según los análisis posteriores que la dieron como mayormente ganadora. Eso sí, hay que señalar que vienen de sectores que siempre la han privilegiado, como mucha prensa que la respalda desde sus inicios, o que lo hace para impedir toda posibilidad a Trump, más que por un apoyo convencido a Hillary. Sus detractores, enfatizan que todavía tiene pendiente la conexión con el elector y su real identificación con los actuales problemas del americano medio, menos intelectual e instruido y que ahora reacciona frente a tanta promesa de prosperidad incumplida. Queda por ver si en el debate lo logró.

Los que apoyan a Trump, se encontraron con el candidato de siempre, provocador, directo, con soluciones radicales y básicas, impertinente y por momentos, agresivo. Sin la estatura de un presidenciable, a pesar de los rumores de que se presentaría con un ropaje diferente. No era más que una especulación infundada. Para qué cambiar, si su triunfo entre los republicanos y resultados en las encuestas ha sido precisamente por actuar así.
Restan dos debates más, y no hay indicios de que serán totalmente diferentes al de Nueva York. Tal vez ya es tarde para que ambos cambien sustancialmente, y es posible que insistan en sus fortalezas y debilidades conocidas. Llama la atención de que esta sea la característica dominante en las actuales elecciones norteamericanas. Que por cierto importan para el resto del mundo, aunque está centrada más en los atributos o defectos propios, que en las propuestas programáticas. Los millones de espectadores pudieron comprobarlo nuevamente