Lunes 5 de Agosto de 2013
En ese contexto, las reflexiones de gran nivel teórico y empírico se centraron en la importancia y posibilidades para el movimiento sindical de que le sea reconocida su dimensión política como actor social de representación de intereses colectivos.
Recordando las experiencias históricas de Estados no democráticos con sindicalismos dependientes, como el fascismo en Italia, Lassandari hizo hincapié en la dimensión “libre” del sindicato y planteó que la ausencia o debilidad estructural del sindicalismo conduce a la pérdida de legitimidad de regímenes democráticos, al desconocerse su importancia política en dos dimensiones centrales para avanzar en mayor igualdad: redistribución del poder y redistribución económica.
En la primera, siendo función esencial del sindicato la llamada “autonomía colectiva”, a juicio del académico italiano representa un contrapoder colectivo en el lugar de trabajo, anulando la “esquizofrenia” típica de nuestras sociedades en las cuales las personas tienen derechos en relación con el Estado, pero carecen de ellos en el lugar de trabajo, lo que –según dijo- cuestiona la calidad democrática de una sociedad. “Si no somos libres en el trabajo, muy pronto no vamos a ser libres en la sociedad”, precisó.
En cuanto a la segunda dimensión, Lassandari sostuvo que la acción sindical tiene por función realizar una redistribución de los recursos económicos, elemento fundamental para la justicia y para las condiciones de vida de los trabajadores, pero también para el crecimiento económico. “El problema es muy urgente hoy en Europa, en especial en el Sur donde los bajos salarios que caracterizan a España, Grecia e Italia ponen en peligro el sistema”, añadió.
Fue así como el académico planteo la necesidad del sindicalismo de contar con una legislación y con políticas públicas de apoyo y promoción por parte de los Estados, al serle imposible ejercer sus funciones en las desmedradas relaciones de fuerza que caracterizan la fase actual. No obstante, al encontrarse determinadas sus acciones por los mercados lleva a los Estados a actitudes de “falsa neutralidad” favoreciendo la mayoría de las veces, en materia de relaciones laborales, a la parte empresarial.
No obstante, Lassandari destacó que está dada la posibilidad del sindicato para reivindicar su rol político, dado que la tradicional separación del rol entre partido y sindicato se ha desdibujado. “Si los partidos de izquierda aspiran a representar los intereses de trabajadores y de empresarios, perdiendo su tradicional carácter y base social, se abre un espacio para que el sindicato se instale como única forma de representación de la clase trabajadora”, dijo y agregó que “el rol sociopolítico del sindicato confluye con un interés general: el de la sobrevivencia de nuestras sociedades”.
Democracia: más que solo votar
Por su parte, el Dr. José Luis Ugarte, también académico de la Maestría y de la UDP, dialogó con éstos conceptos desde el contexto latinoamericano y chileno. Señaló que a diferencia de la experiencia europea existe en la región una contraposición e incompatibilidad entre los términos de sindicalismo y democracia. “El sindicato no tiene el rol político que le correspondería, y eso por las específicas características de sus sistemas políticos en los cuales ha primado históricamente una clara distinción entre Política y Sindicato, concebidos como caminos paralelos”, explicó.
Ugarte planteó la existencia de un muro entre ambos términos sustentado teóricamente en más de un siglo de predominio de las concepciones liberales culturalmente asumidas, centradas sólo en la consagración de los derechos individuales. Ello implica relegar el sindicato a la esfera privada de la vida y de esa forma a la empresa; la política, el partido, en cambio, están en otro plano: en la esfera de lo público.
El académico chileno sostuvo que en la región nunca fue posible derribar este muro que provocó que el mundo del trabajo se quedara fuera de la vida pública: “las relaciones laborales son relaciones entre privados, y la ciudadanía es un ámbito desconocido en el ámbito laboral”, dijo para luego agregar que, en este contexto la única visión de democracia que se ha afirmado es que “democracia es solo votar”.
Al respecto, Ugarte vislumbró la posibilidad “de pasar de una democracia formal a otra representativa”. En esa línea destacó el rol jugado por los actuales movimientos sociales que, a su juicio, constituyen una señal de que el consenso se ha roto y permiten una resignificación general de algunos pilares del modelo tradicional, vigorizando de esta forma la idea de democracia por cuanto “ no existe solo una democracia institucional sino que también una ´no institucional´ expresada por manifestaciones o huelgas”, señaló al tiempo que instaló la idea la idea de que el sindicato no es solo un actor privado destinado simplemente a redistribuir los beneficios económicos.