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Lunes 8 de Septiembre de 2014

El Político y el Científico

Columna de opinión del profesor de las Cátedras “Dirección Pública” y “Diseño y Gestión Organizacional” de la Escuela de Administración Pública Ignacio Cienfuegos publicada en el diario Estrategia

Imagen foto_00000003Max Weber, padre de la burocracia, asumía que los políticos profesionales respondían a "concesiones de vanidad e intereses personales, reflejado en programas mutables elaborados para cada elección y con el solo propósito de captar votos". Es así como proponía una Administración Estatal "científica", donde imperara la sola racionalidad del tecnócrata en la toma de decisiones, limitando así los oscuros propósitos de la política.

Es quizás resucitando esta antigua aspiración, que algunos académicos positivistas, seguidores de la ciencia como religión, claman por la construcción de políticas públicas basadas en la "sólida evidencia empírica" y no en cierto "sentido común colectivo". Es así como reivindican la elección de soluciones a problemas públicos en función de aquellas alternativas que conduzcan a los "mejores" resultados. Estaríamos hablando entonces, de la posibilidad de ordenar respuestas a los complejos problemas de nuestro sistema educacional por ejemplo, exclusivamente a través de criterios de eficiencia técnica, donde los valores y expectativas ciudadanas dejan ya de existir por arte de magia.

El problema de este irreal enfoque, es que en la práctica, el proceso de políticas públicas es mucho más conflictivo, interviniendo en su formulación, tanto técnicos como políticos, empresarios, grupos de interés y sociedad civil. La formación de políticas públicas bajo esta mirada, es un proceso de tensiones que obliga a la construcción de consensos entre actores diversos.

Pese a esta realidad indesmentible, no proponemos en lo absoluto renunciar a la racionalidad en la formulación de políticas públicas, incorporando datos y teoremas que ayuden a la deliberación y decisión política. Es necesario sin embargo, ser honestos al reconocer que no existe una única y objetiva respuesta a las dificultades del sistema educacional chileno, y que en muchos casos, usamos la parsimonia del método científico con el solo objeto de fundamentar nuestros intereses políticos y preferencias ideológicas.

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