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Lunes 6 de Octubre de 2014

El debate en la relación entre dinero y política

Diario Financiero

Imagen foto_00000001A partir de la arista política del Caso Penta se ha instalado con fuerza en la discusión pública de los últimos días el debate respecto a la necesidad de transparentar el vínculo entre el dinero y la política. Si bien la polémica partió con una cuestionada indicación presentada por los diputados Vlado Mirosevic y Giorgio Jackson, que busca poner fin a los aportes reservados y a prohibir que las empresas puedan donar a las campañas, los alcances que podría tener la investigación que lleva el fiscal Carlos Gajardo, están acelerando un debate, donde hay diversas opiniones, desde quienes consideran que los problemas se pueden superar con un financiamiento público de la política, hasta quienes creen que lo que se requiere es una mayor regulación y control. Aquí, dos destacados académicos y decanos entran al debate: Marco Moreno, de la Universidad Central, y Eugenio Guzmán, de la Universidad del Desarrollo.

La opacidad del financiamiento de la actividad política
Marco Moreno: Decano Facultad Ciencia Política y Administración Pública Universidad Central

El funcionamiento real de los mecanismos a través de los cuales se financia la política en Chile -los partidos y especialmente las campañas electorales- es de los aspectos menos explorados y probablemente más controversiales. No obstante lo importante de esta cuestión, es un tema oculto en el debate político. El tema del dinero y su influencia en la actividad política no forma parte de la agenda, salvo cuando se descubren irregularidades.

El año 2003, en un acuerdo entre el Gobierno de la época y la oposición, a raíz del Caso Coimas, se adoptó la actual normativa que rige en la materia. Hace algunos días el llamado caso "Pentagate" volvió a poner sobre la mesa la siempre opaca relación entre dinero y política y, puso en evidencia de paso, los problemas de eficacia de la actual regulación.

La arista política de este caso parece estar dejando en evidencia cómo el tema del financiamiento es crucial para la salud y calidad de la democracia. La relación incestuosa entre dinero y política favorece una lógica de dominación clientelista que se expresada en la triada: favores, puestos y dinero. La manera de pagar los favores suele ser variada. En algunos casos estos compromisos implican un dar o un hacer; en otros, por el contrario, constituyen un no hacer o abstenerse.

En la base de las irregularidades conocidas -ahora y antes- se encuentra la verdadera trastienda del control del poder político. A través del dinero, ciertas minorías buscan tener un peso determinante en las elecciones y en el ejercicio del gobierno, al bloquear la reducción de las asimetrías de poder y al preservar sus privilegios.

¿Cómo revertir esta dinámica en la política chilena? Mejorar la calidad de la política parece ser un imperativo que no se agota en la sola reforma al sistema electoral. Se requiere también de un sistema de financiamiento eficaz, equitativo y transparente que asegure de manera adecuada el financiamiento de la democracia. Un camino posible para acotar la indebida influencia del "gran dinero" en la política, es el financiamiento público a los partidos políticos y sus campañas. Un régimen de financiamiento público busca al menos tres objetivos. Primero, permitir que tanto partidos como candidatos cuenten con los recursos necesarios para funcionar y realizar sus campañas bajo cierta igualdad de condiciones, es decir, emparejar el terreno. Segundo, fomentar la participación ciudadana mediante la creación o el sostenimiento de partidos políticos que de otro modo quizá no existirían. Un tercer objetivo sería complementar los ingresos de los partidos, es decir, impedir la dependencia del dinero privado.

Existe evidencia suficiente que permite inferir que los subsidios estatales tienen una relevancia capaz de alterar en forma significativa la dependencia de los actores políticos frente al financiamiento privado. Hoy se abre nuevamente una ventana política para avanzar en esta dirección. Esperemos que esta vez la clase política no eluda este problema estructural de nuestra democracia.

Política aséptica y dinero 
Eugenio Guzmán: Decano de la Facultad de Gobierno Universidad del Desarrollo

El dinero en la política suele generar controversias, desde las más burdas como cuando se critican los sueldos de los parlamentarios, hasta las más sofisticadas cuando se postula la inconveniencia del financiamiento privado.

Todo ello en cierta medida flirtea con una visión aséptica de la política, vale decir, de que ésta debiera ser una actividad carente de "contaminación", de un quehacer sin compromisos. Esta visión no es nueva, la encontramos en Platón, en la prescripción que hace del gobernante, cuyo única función es la de gobernar en beneficio de la sociedad y que, por lo tanto, no pueden tener ni propiedad ni familia, por tanto ni mujer ni hijos (Platón, 464c-d, 1988). El propósito es evitar cualquier distracción y distorsión en el ejercicio del poder en el Estado para no apropiarse de éste. Así, la política debiera concebirse como una especie de sacerdocio secular. En principio, parece una aspiración loable, sin embargo, descabellada pues desconoce la antropología humana. Cómo también el propio Stalin cuando señalaba que "Un verdadero bolchevique no debería ni podría tener familia, porque debería entregarse por completo al partido".

Para bien o para mal la porfiada realidad nos dice que la política aunque desde un punto de vista normativo es una actividad moral, desde un punto de vista sociológico y económico es una actividad tendiente a la consecución del poder, a la dominación por medios lícitos (e ilícitos) de la obediencia de otros, a veces con propósitos comunes a todos, aun cuando favorezcan a algunos más que otros. Luego, lo que buscamos es establecer ciertos bordes en la política para así evitar el abuso de los que gobiernan. El gobernante platónico no podría ser justo, pues no entendería la vida cotidiana.

En este contexto, y pensando en la discusión que actualmente emerge a propósito de las insinuaciones del fiscal Gajardo, más allá del juicio que tengamos respecto de los efectos que están teniendo las filtraciones de su investigación, nos encontramos en un momento en que pueden revisarse con mayor detención el alcance de las regulaciones que actualmente tenemos en materia de financiamiento político. Por lo pronto, una cosa es el financiamiento de las campañas y otra es el gasto corriente de los partidos. Asimismo, una cosa es limitar el gasto de electoral y otra acotar quienes pueden donar, esto es personas naturales, jurídicas o ambas.

En general, si de algo podemos estar seguros es de que el ideal platónico ya mencionado no ha resultado en ninguna legislación, tal vez porque es sólo eso, un ideal, y más acá los simples mortales debemos buscar fórmulas prácticas y realistas para acotar y regular situaciones que puedan ser consideradas dañinas para la democracia. No obstante, no se trata de transformar la democracia y los partidos en entes independientes de la sociedad civil, lo que podría resultar de un sistema de financiamiento exclusivamente público, que se hace insensible a las actitudes ciudadanas, además de constituir un límite importante a la libertad de expresión.

Fuentehttp://bit.ly/1yK9fbj