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Lunes 8 de Junio de 2015

El debate como un eje formativo en la educación superior desde un enfoque por competencias

Por Angélica Castro, académica de la Escuela de Trabajo Social de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Central de Chile

"..adonde quiera que el razonamiento, al igual que al viento, nos transporte, allí habrá que ir".

(Platón, La República)

El debate donde se ejercita la dialéctica puede mirarse desde un enfoque de aprendizaje por competencias, el cual a su vez fomenta una mayor calidad de la educación a nivel superior sobre todo si el debate se transforma en una práctica docente interpelada continuamente por el entorno directo o indirecto del estudiante y el docente en todo ámbito de conocimiento, entendido desde Sagástegui, como una práctica simbólica, ya que en las interacciones sociales se crean no sólo las categorías y los conceptos sino también el lenguaje mismo, las reglas, estrategias, mediaciones y convenciones con las que se interpreta el mundo, se le conoce y en virtud de las cuales "operamos sobre él como sujetos de nuestra época".

Lo anterior supone sobre todo, una mirada ética-política-educativa que oriente al estudiante para que descubra o potencie un sentido y significado que oriente su propia vida, lo cual implica despertar la curiosidad y el deseo de conocimiento de cada estudiante, motivarlo a conocer la mayor parte de la realidad para que utilice y reutilice su libertad y razón, para que pueda sorprenderse conociendo porque "sólo el asombro conoce."

Si el conocimiento, de acuerdo a Ausubel; es un proceso de co-construcción de realidades a partir de representaciones; estudiantes y docente co-construyen conocimientos en el aula, y si esto se complementa con el postulado básico de Vigotsky que sostiene que el conocimiento es situado, es parte y producto de la actividad, el contexto y la cultura en que se desarrolla y utiliza, el aprendizaje es concebido entonces, como un proceso de construcción social producto de la intersubjetividad, la confrontación y la reflexión colaborativa sobre la praxis.

Ahora bien, el desafío pedagógico que plantea el aprendizaje situado consiste en hacer del contexto educativo formal, un espacio social de conocimiento, en donde los alumno(a)s se enfrenten a situaciones auténticas, alejándose de la tendencia a diseñar "ejercicios" de "aplicación" de conocimientos diseñados ad hoc para que el o la alumno(a) demuestre la "adquisición" de contenidos, si no que se desarrolle el aprendizaje autónomo y significativo.

En este contexto toman relevancia todos los actores educativos, y principalmente los estudiantes, que son personas únicas con un valor infinito, por lo que los docentes tienen la misión de formar personas capaces de ser felices (saber ser de una competencia) en el difícil contexto de la sociedad actual, (rápidos cambios tecnológicos, consumismo, individualismo, ambigüedad, etc.) por lo que es un gran desafío para el cual los docentes deben estar preparados.

Para eso, primeramente se debe trabajar fuertemente con los estudiantes su autoestima- seguridad en sí mismos, y hábitos, para que se trasformen en virtudes vitales.

Como el aprendizaje debe ser significativo y autónomo para el estudiante; es bueno colocar problemas a resolver para dialogar y debatir. Además se debe incluir la evaluación de pares para facilitar la autocrítica, y también debe servir para retroalimentar al estudiante sobre sus fortalezas, competencias y lo que puede mejorar, y sobre todo generar y mantener un clima de acogida y afectividad en el grupo curso para trabajar con más confianza donde sea grato y motivador aprender, lo cual toma sentido desde la evaluación auténtica, en la cual el docente debe procurar los recursos necesarios a los estudiantes para que éstos puedan reflexionar y darse cuenta de cuáles son los elementos faltantes en su formación para adquirir un aprendizaje cualitativo significativo que le sirva para desarrollar una profesión. Por eso el docente debe colocar al estudiante en situaciones de evaluación lo más real posible a las problemáticas que enfrentará en su ámbito laboral para que se elabore un aprendizaje formativo continuo que va más allá de una calificación cuantitativa parcial o final de la asignatura correspondiente.

Para lo anterior nos puede ayudar lo señalado por el profesor Edison Otero en su artículo "Platón y la Institucionalización del Oficio Filosófico", donde en los diálogos; de Platón, "una y otra vez se oponen dialéctica y retórica. De una parte, el procedimiento de las preguntas y las respuestas es el adecuado para quienes dialogan, los que se atienen a los argumentos. Por el contrario, el discurso retórico tiene por destino a un público indiscriminado y con miras a la persuasión. Mientras la dialéctica tiene sentido en la atmósfera intelectual de la búsqueda de la verdad (y verdades), el discurso retórico es portador de un mensaje que se transmite y cuyos destinatarios han de recibir sin instancias posibles de contradecir. Este es punto crucial: el punto de partida del diálogo es la declaración de ignorancia de, al menos, uno de los interlocutores. El discurso retórico, a su vez, parte desde una convicción previa, de un contenido ya alcanzado y que sólo cabe comunicar. (...) De manera que el no alcanzar conclusiones en la dinámica de preguntas y respuestas, no constituye un defecto de esta experiencia intelectual sino, precisamente, su principal fortaleza." (Otero, 2014, pp.1-2).

Lo anterior se puede extrapolar a la educación y la manera de enseñar del docente (sus estrategias de enseñanza-aprendizaje), quien puede ser un actor retórico frente a sus estudiantes o en un actor dialéctico dentro y fuera del aula reconociendo su ignorancia; por lo que se debe tener claro que "mientras la retórica, según Platón, opera en el ámbito de las emociones, las opiniones y las creencias, la dialéctica lo hace en el ámbito de la reflexión, el análisis, la duda y la refutación. Mientras la retórica se maneja en el arte de la forma, la dialéctica se juega en el plano del contenido de los argumentos. Mientras la retórica se mueve desde la pretensión de una verdad ya obtenida y que sólo cabe comunicar, la dialéctica se pone en marcha con el reconocimiento de la propia ignorancia. Mientras la retórica busca el asentimiento colectivo sin análisis, la dialéctica implica la convicción sobre la base de razones. Mientras la retórica busca adherentes, partidarios y acólitos, la dialéctica implica a personas con espíritu crítico e independencia de criterio, dispuestas incluso a abandonar ciertas ideas en la medida en que las razones que las respaldan se revelen falaces." (íbid, pp.3). Entonces cabe preguntarse: ¿qué tipo de docente o estudiante es usted; retórico o dialéctico?

De acuerdo a lo anterior, la dialéctica nos ayuda como herramienta metodológica de desarrollo del aprendizaje de los estudiantes y docentes, en lo referido a la vinculación entre el conocimiento previo de los estudiantes sobre distintos factores de la realidad y la adquisición reflexiva de nuevos conocimientos que impliquen el desechar o refutar parte de lo ya conocido y vivenciado, transformándose en un aprendizaje nuevo (de acuerdo al enfoque por competencias) y continuamente nuevo por medio de un espiral inacabado de diálogos entre estudiantes y docentes para comprender procesos de aprendizajes que cambiarán esperando mejorar la estructura cognitiva de ambos actores, pero sobre todo su "estructura de vidas", actuales y futuras.

Para procurar lo anterior, como se mencionaba al principio, el docente debe propender a aumentar el interés del estudiante por querer aprender, lo cual se asemeja al gesto filosófico en el cual otro punto relevante, como lo señala Otero; es "el deseo de aprender y saber, que se sigue lógicamente a partir del reconocimiento de la propia ignorancia. En el diálogo Hipias Menor, Sócrates sostiene: "Tengo siempre la costumbre, cuando alguien habla, de prestarle mi atención, especialmente cuando el que habla me parece sabio y, en mi deseo de comprender lo que dice, averiguo, reexamino, comparo lo que se dice, a fin de aprender." (369d). A su vez, en el diálogo Gorgias, y a propósito de que Calicles lo califica de „discutidor‟, Sócrates responde: "Pues no te pregunto por afán de disputar, sino porque deseo saber" (515b)."

Ahora bien, "el aprendizaje no ocurre de cualquier manera. No ocurre, por ejemplo, al modo de la retórica, experiencia en la que el discurso no supone un contra-discurso sino el asentimiento. El retórico no se dirige a otros para aprender de ellos sino para hacer que esos otros se dejen persuadir. En rigor, no hay intercambio de argumentos como tampoco hay aprendizaje en sentido alguno. Más exactamente, no hay intercambio alguno porque los interlocutores (el orador y su audiencia) no están en un plano de igualdad sino en una relación asimétrica. Al menos uno de ellos, el retórico, está convencido de saber. No tiene que proceder a reconocimiento alguno de ignorancia. Puesto que presume saber, su oficio no consiste en la búsqueda de la verdad. Ya la posee y su oficio es comunicarla, sin que medien instancias como la duda o el cuestionamiento. De todo lo anterior se colige que el aprendizaje al que los diálogos se refieren es de otra naturaleza. Los que se comprometen en la experiencia de aprender, se reconocen en estado de búsqueda. En ese proceso, han de preferir la dinámica de las preguntas y las respuestas, la más apropiada para el asunto que está entre manos. (Otero, 2014)

Con respecto a otra afirmación realizada anteriormente, en relación a que el aprendizaje debe ser significativo y autónomo en una comunidad educativa de hombres y mujeres, estudiantes y docentes con razón y libertad; cabe resaltar la real e importante significación extrema se esta libertad; ya que en la atmósfera de la dialéctica, cada quien está sometido a sus propias posibilidades, al grado en que domine o no domine las competencias requeridas a la hora de hacer preguntas y dar respuestas. Una implicación de estas consideraciones es que en la indagación dialéctica, el diálogo, supone la presencia y participación de pares que concurren voluntariamente.

En este sentido el Debate como espacio de diálogo, es un espacio privilegiado para potenciar y catalizar el enfoque formativo por competencias más que como una "vitrina de los logros didácticos" y, si no que por sobre todo, una oportunidad de refutación honrada y virtuosa, y por lo tanto colaborativa para la comunidad de aprendizaje.

Además, por su parte el debate competitivo se ha instalado, en el último tiempo, como uno de los objetivos prioritarios de varias instituciones educativas tanto a nivel escolar como sobre todo a nivel de la Educación Superior, pues en él se ponen en juego la multiplicidad de las potencialidades formativas de los programas de estudios.

Debido a lo anterior, se requiere generar y administrar este espacio de manera sustentable, en que se potencie a los estudiantes a través de la preparación y participación en el debate y cómo no del debate competitivo lo cual implica desarrollar las potencialidades de cada alumno, adaptando sus necesidades e intereses educativos y formativos a roles que les permitan alcanzar niveles de logro y avance educativo significativo; planteándoles básicamente un desafío personal y académico.

Además y por medio de lo anterior, se potencia el trabajo de la comunidad educativa, donde desde su especificidad cada alumna y alumno es responsable, y se transforma en protagonista aportando y trabajando en pos de un fin común que trasciende. Aquí es fundamental lo que significa realmente trabajar en equipo, fomentando una actitud activa del alumno donde cada uno cumple roles específicos y complementarios, a diferencia de un simple grupo, donde no hay tareas fijadas previamente.

A través del debate también, se fomentan las habilidades y competencias comunicativas orales, además de la expresión quinésica y la capacidad de enfrentar y hablar en público (aunque sea de manera retórica); todas, habilidades básicas y cruciales para las exigencias profesionales de hoy.

Finalmente y de acuerdo a todo lo expresado; lo fundamental es aprender los unos con los otros, los docentes de los estudiantes, porque uno puede ser persona solamente con otros...estando en esta aventura de formarse con otros... y esta aventura que es un don, un regalo, como diría Albert Einsten: "Cuando se nos otorga la enseñanza se debe percibir como un regalo y no como una dura tarea, aquí está la diferencia de lo trascendente", y a esta trascendencia se camina en cada instante, y cada instante es infinito porque "cada diálogo es otra instancia más en una exploración que no se detiene", para que no se detenga nunca en nuestras aulas de clases.