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Jueves 30 de Julio de 2015

Columna de opinión: Las tres izquierdas

Rodrigo Larraín Contador es profesor titular de la Universidad Central de Chile en FACSO y FACED en pre y postgrado. Sociólogo de la U. de Chile, maestro en Ciencias Sociales de Ilades - U. Católica de Lovaina; Master en Teología en Universidad Latina de Teología, USA; Diploma de estudios Avanzados de la U. de Granada de España.

En Chile parece más pertinente reconocer que se puede ser de izquierda en más de una forma, ya que existe la hipótesis de que hay más de una la que tiene distintos valores fundacionales.
Se tiene la tortuosa sensación de que un sector de la izquierda traicionó sus ideales y, de algún modo debe pagar con desprecio y desprestigio por ello. Lo cual, conlleva el riesgo de castigar a toda la izquierda disparándole desde un cómodo apoliticismo.

La izquierda histórica desde fines del siglo XIX y comienzos del XX fundó su ética política en las virtudes del proletariado, clase considerada el sujeto de la historia, pero además elevado a un nivel moral superlativo. El enaltecimiento del proletariado –en oposición a la burguesía y, sobre todo a la pequeña burguesía– atravesó casi un siglo. Esta primera izquierda desde los primeros anarquistas y comunistas exhibió una moral ligada al trabajo honesto y sencillo, distinta a la del empleado (el gran déficit de la izquierda fue no haber examinado ese sector e ignorarlo, con excepción de Krakauer).

En gran medida se trató de la moral sin fe ni referentes sobrenaturales algunos, una moral arreligiosa. Una moral laica, propia de circuitos burgueses clasemedieros. Sus bases fueron materialistas, con una metafísica dura sin atisbos de relativismos.
Por el contrario, la moral proletaria es sólida, no titubea ni transige en elucubraciones, ya que su rol protagónico en la historia es indelegable.

En esta línea moral están los partidos y organizaciones proletarias, como los sindicatos, mancomunales, ligas y federaciones populares. Las definiciones éticas más conocidas arrancan de El Manifiesto; la cual se trata de una moral en que lo bueno y lo malo lo son respecto de lo que se hace para el bien de la clase obrera o de la sociedad en general. En otras palabras, el interés egoísta es de suyo malo pues se opone al interés de la comunidad, sea ese la clase, la comunidad o la sociedad, como se dijo, pero también el partido, el sindicato u otra estructura de participación popular. Incluso la construcción del "hombre nuevo" como tarea del socialismo, para Ernesto Guevara era una tarea absolutamente ética.


"La revolución para ser verdadera debe partir por una revolución primero en nosotros. La revolución no es únicamente la transformación de las estructuras sociales, de las instituciones del régimen, es además una profunda y radical transformación de los hombres, de su conciencia, sus costumbres, valores y hábitos, de sus relaciones sociales. Una revolución sólo es auténtica cuando es capaz de crear un hombre nuevo (...)", decía el médico argentino. Esa fue y es la moral de izquierda. Entonces, ¿Por qué se traicionó?

Las causas hay que buscarlas en las otras izquierdas. La segunda izquierda no tuvo vínculos con el proletariado, el pueblo o los pobres. Sus orígenes estuvieron en una universidad privada, confesional, pequeña y con un ethos no tan sólo burgués sino oligárquico. Profesaban un mismo ethos, lo cual no es lo mismo que vinieran de los segmentos acomodados. La mayoría provino del catolicismo y abandonó no sólo la religión, también la moral católica.

En 1970 no estaban las condiciones para buscar bases valóricas del comportamiento, eran tiempos de praxis y no de teoría. Al parecer las personas tienen un comportamiento de lo que aprendieron antes: una cultura de clase alta, con la seguridad de los que siempre mandaron, con una buena dosis de soberbia y el saberse (sentirse) iluminado. Por su parte, quien viene de una religión que cree ser la única donde se puede salvar, tiende a extrapolar esa verdad a la política, a eso se le suma una cultura de clases que sabe mandar; es decir, "nosotros tenemos la razón, nuestra praxis es la correcta y los demás están equivocados".


La inserción política de ellos fue en la Unidad Popular. Un refuerzo de sectores sociales no comprometidos con ese proyecto. Católicos, aunque pronto se declararon marxistas y con pretensiones de ser más capaces que los militantes de los demás partidos debido a sus niveles de educación. Esta izquierda sin vida sindical, poblacional y sin trabajo en fábricas o en el campo, una izquierda sin pobres, pero sin haber elaborado nuevos referentes morales. Una izquierda carente de cultura proletaria. Allí se encuentra el origen del "redset", de la "whisquierda" y demás expresiones irónicas para nombrar a quienes se renovaron no en el socialismo sino en el neoliberalismo.


Así las cosas, la existencia de estos dos códigos éticos convivió en Chile sin problemas hasta el golpe de Estado. En el exilio quienes tenían más contactos retomaron sus carreras, se posgraduaron y se volvieron expertos, los otros trabajaron, intentaron volver, como la Operación Retorno y dieron la vida. Ellos terminaron imponiendo su perspectiva valórica, en ese caso relativista, ajena al mundo popular, en una cultura de clase que reconectó bien con los nuevos y antiguos dueños del poder y la riqueza en Chile.


La tercera izquierda es reciente, con integrantes de las nuevas clases medias, los hijos del modelo que levantan banderas de otra época intentando adaptarlas al presente. Eslóganes e iconografías sesenteras, formas de hablar y rayados murales anacrónicos. Su gran tema es la educación y con referencias imprecisas a otros actores rebeldes: pobladores, trabajadores y demases cuantitativamente muy menores. No hay aquí objetivos sociales ni descripción de una sociedad futura, pero en todo caso desplazaron a las juventudes de los paridos de casi todas las federaciones estudiantiles. No son revolucionarios, a pesar de la retórica, sino protestatarios, con demasiado diagnóstico y mucho de enrostrar falta de voluntad, de ética y otros valores. No sabemos si se sostendrán en el tiempo, ya que un diputado es un éxito, aunque signifique entrar al sistema. No obstante creo que los jóvenes son siempre una promesa de bien.