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Viernes 13 de Marzo de 2015

Belicosidad vecinal

En el artículo, el académico Samuel Fernández analiza el ciclo belicoso en el que ha entrado la relación de Chile con Perú y Bolivia en los últimos meses.

Samuel Fernández, La Tercera, Perú, BoliviaPor Samuel Fernández Illanes

Profesor de Derecho Internacional Público y Derecho Internacional Privado de la Universidad Central, docente de la Academia Diplomática y embajador del Servicio Exterior (r), Samuel Fernández. Columna de opinión publicada el jueves 12 de marzo de 2015 en la sección Voces de La Tercera.

Hemos entrado en un nuevo ciclo de gestos inamistosos contra Chile por parte de Perú y Bolivia, situaciones que demuestran una nueva etapa de belicosidad de nuestros vecinos del norte.

En Perú somos acusados de espiar y contratar personal de la marina para operaciones de inteligencia, denuncia acompañada de una fuerte reacción del Presidente Humala y las autoridades de ese país, quienes han retirado temporalmente al embajador peruano en Santiago. Todo esto ha sido acompañado de una campaña mediática con declaraciones hostiles y amenazadoras y quizás vengan otras medidas a futuro.

Podemos esperar que este episodio, no aclarado por parte de Chile más allá de su lógica negación, sea aprovechado por un gobernante abrumado por la falta de apoyo, y donde ni siquiera lo obtenido en el juicio de La Haya a costa de Chile le ha servido para remontar su declive y prolongar electoralmente su gestión. Ha decidido arriesgar una amplia y necesaria relación con Chile, para fines propios, basado en un nacionalismo belicoso.

Este tipo de conflictos lógicamente complican toda relación entre países, ya que nunca un espionaje es admitido y acarrea consecuencias imprevisibles. La misma situación la hemos vivido en oportunidades pasadas con los propios peruanos y en condiciones bastante similares, pues también se acusó y condenó a efectivos de la armada de espiar para nosotros. Pero detrás de estas acusaciones están aquellos asuntos que se consideran pendientes en materias limítrofes, como el conocido caso del triángulo terrestre reclamado. Deberíamos estar atentos a que el Perú vincule estos temas, interrumpa acercamientos, adopte medidas de retorsión o hasta busque provocaciones adicionales. De acontecer, quedaría en evidencia que el juicio marítimo de La Haya les ha dado mayores impulsos por sus resultados favorables y ha sido un objetivo más, dentro de una política de mediano y largo plazo que busca continuar avanzando en reivindicaciones largamente programadas. Chile, por su parte, mantiene la prudencia aconsejable, aunque podría confundirse con debilidad y avivar mayores presiones.

Bolivia, por su parte, prosigue su bien armada campaña política y diplomática, acompañada de una penetrante acción comunicacional que está consiguiendo apoyos por sobre los tímidos y reactivos esfuerzos chilenos. Visitas anunciadas como la su agente y canciller a Chile, en medio del pleito, y justo antes de que comiencen los alegatos orales en la Corte, relativos al juicio sobre la impugnación de su competencia que interpusimos, no es más que otra provocación en la propia casa de la contraparte. Perfectamente saben que no lograrán mayores apoyos de nuestra ciudadanía, salvo aquellos casos aislados contracorriente ya conocidos. No obstante, es una acción temeraria que busca debilitar mediáticamente nuestra posición por la lógica difusión que recibiría. Todo ello, sin que aminoren ni las declaraciones hostiles, ni los gestos, ni los epítetos que Evo Morales acompaña constantemente todo lo relacionado con el caso. Chile, en cambio, sigue aferrado a su triunfalismo jurídico y da prueba de buena voluntad negociadora sobre los puntos pendientes, salvo el acceso soberano marítimo radicado en La Haya. Buena disposición no respondida por Bolivia, y que podría confundir a la propia Corte, a la que se le pidió que sentenciara a Chile a negociar este punto preciso.

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